¿Porqué y para qué un Centro de Estudios crítico?
Por Centro de Estudios Sociales Construcción Crítica.
Allá por el 2006, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, organizamos una experiencia de vinculación entre la academia y la disputa social, a saber: el Centro de Estudios Sociales Construcción Crítica. Pero, ¿por qué y para qué esta iniciativa? ¿Por qué proponer y trabajar esta conexión?
Puede decirse que la voluntad y la convicción de que es posible aportar a la lucha social desde los conocimientos adquiridos como estudiantes universitarios, buscando utilizar nuestras disciplinas como herramienta de transformación social, comenzó con cuestionamientos que ahora podemos sistematizar en tres problemas claves: (i) las capas privilegiadas tienen a su haber centros de estudios que funcionan como fábrica de conocimiento para la elaboración de sus estrategias políticas y otras tareas; (ii) la Universidad de Chile, a pesar de ser pública, cuando se relaciona con la sociedad lo hace predominantemente al servicio del empresariado y el gobierno; y (iii) la mayoría de los universitarios estudian para pasar el ramo, pensando que a la universidad se viene únicamente para sacar un título que permita trabajar como profesional en el futuro. De esta manera, delineamos los objetivos fundamentales que han guiado nuestro actuar: (a) construirnos como una herramienta y aporte para el sector popular; (b) construirnos como una forma de lucha por una universidad pública de verdad; y (c) construir en la práctica una concepción activa, política, del estudio y el conocimiento. En otras palabras, un conocimiento crítico.
Los Centros de Estudios se tornan conocidos en Chile a medida que se derrumba la dictadura militar y la derecha tradicional decide adelantarse al cambio de reglas que allí se produciría. En resumen, se apuntan como herramienta política para enfrentar al nuevo Congreso e institucionalidad política, dándole realidad a una progresiva convergencia entre la derecha tradicional y la Concertación.
Con esta estrategia la derecha chilena emprendía la defensa y legitimación sistemática de los intereses del gran empresariado (nacional y transnacional), del modelo económico nacional neoliberal y, en suma, de todas sus iniciativas. Las investigaciones que emprenden sus Centros de Estudios aparecen en sus mismos grandes medios de comunicación de masas, intentado persuadir y convencer todos los rincones sociales. Pululan en las esferas de toda la política, legitimándose en las decisiones del Congreso, de Ministerios, Municipalidades, etc. Y así, en definitiva, inundan todo el debate político. Pero, no se olvide, inundan con astucia: no con argumentos de peso ensayístico, ideológico, especulativo, sino de fuertes y rigurosas investigaciones científicas útiles para su clase social.
Así, las fuerzas y clases sociales que representa la derecha, gracias a sus trabajos investigativos y saberes técnicos, mejoran la puntería de sus estrategias políticas. Y entonces, van legitimando poco a poco todas sus iniciativas, ya que éstas comienzan a ser victoriosas en todo rincón de disputa política. Finalmente, y como resultado de estas victorias cuidadosamente construidas, se produce un ejercicio de hegemonía de la derecha nacional: difunden sus valores al punto de legitimarlos, naturalizarlos y posicionarlos como forma dominante en la sociedad, a modo de hacer sostenible cultural y políticamente su dominación social.
Sin embargo, los Centros de Estudios no son los únicos lugares donde se produce conocimiento. La universidad se presenta en tal campo de disputa como un espacio igual o mayormente estratégico, en virtud de que la producción de conocimiento científico o la utilización de otro conocimiento es una de las características que la define. Además, es un conocimiento de un espectro más amplio: de urbanismo, economía, medicina, agronomía, etc., con la posibilidad de ser usados también en beneficio de uno u otro sector social. Junto a esto, tiene el privilegio de ser una institución formadora de nuevos intelectuales y artistas, también posicionados en la disputa de conocimiento y cultura.
Sin embargo, la universidad presenta la producción de conocimiento de la única forma en que esta puede ser practicada: como parte de un campo de disputa de poder político-social. Es por esto que cada universidad entiende y confecciona una línea de desarrollo: porque entiende que el conocimiento, como toda práctica social, está arraigado a determinada sociedad y momento histórico; más favorable a una apuesta que a otra. En este sentido, la sociedad se construye a través de procesos de conflicto que la agitan y la calman una y otra vez. La sociedad no se da naturalmente, como una suerte de azar, un regalo del vacío, sino que se construye socialmente en una dirección. Es en este forcejeo constante de sectores sociales que la creación y utilización del conocimiento se configura como una oposición de diferentes intereses: unos se preguntan como los sectores populares pueden mejorar sus estrategias, otros se preguntan como reducir empleados y esquivar leyes; unos utilizan tal información en una vía, otros en otra.
En tal disputa, muchísimas universidades, naciendo al son del libre mercado chileno, o viviendo su decadencia frente al avance de éste, orientan su conocimiento a la reproducción de la sociedad actual. Hacen del conocimiento una forma de perpetuar el presente. A lo más, intentan mejorarlo en ciertos apéndices, pero niegan toda posibilidad de apuntar al cambio de sus estructuras fundamentales. En el contexto actual, hasta el conocimiento mismo se ve afectado por los procesos de mercantilización, pasando a ser considerado desde algo que busca satisfacer necesidades humanas a ser un bien más que se vende al mejor postor. El mayor problema de esto es que los que poseen los medios para comprar el conocimiento (y entonces utilizarlo para lo que les convenga) en un contexto así, son justamente los mismos cuyas espaldas están resguardadas por Centros de Estudios. No queda entonces espacio para la producción de conocimiento de interés público, cuyo norte sean las grandes mayorías en vez de reducidos grupos que buscan mantener sus privilegios.
En esta situación, sin embargo, como estudiantes –entendidos como sujetos con posibilidades y potencialidades de actuar sobre este campo de disputa- podemos ir construyendo desde dentro un camino distinto al actual en miras de otra universidad. En nuestras manos está la posibilidad de construir nueva universidad, con una práctica diferente: una franca y abierta vocación pública.
Para nuestra apuesta, el trabajo se traduce en ver que la capacidad de producir, sistematizar y utilizar conocimiento propio no es capacidad exclusiva de las capas dominantes; en que los actores sociales firmes con la lucha social por invertir el generalizado clima de injusticias también pueden realizar ese trabajo. Y que tal construcción desarrolla verdaderamente una universidad pública. Por ello, la apuesta se traduce finalmente en generar un Centro de Estudios que, a diferencia de aquellos que son propiedad de la derecha nacional y la Concertación (representantes políticos de la misma clase social), ponga su trabajo al servicio de los grupos, fuerzas y clases sociales dominadas. ¿Cómo? Haciendo investigaciones de preguntas útiles y pertinentes para su lucha, aportándoles conocimiento relevante y útil para su trabajo, aplicando nuestros saberes técnicos, etc. Por ello, no es un Centro de Estudio que, como Libertad y Desarrollo u otros, vaya de la mano del gran empresariado, sino uno que se dirige a mejorar el trabajo de las grandes mayorías privadas de construir dignamente su propia vida: las fuerzas populares; vale decir, los dominados.
Es por ello un Centro de Estudios Sociales de conocimiento crítico: de un conocimiento que da cuenta de su papel en la disputa social y apuesta a ser utilizado allí como herramienta de emancipación social. Es, entonces, una herramienta de conocimiento para la lucha popular. Y bajo tal análisis, es que desde toda carrera se puede emprender la misma lucha. Solo falta organizarse y comenzar el trabajo.
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