Por Sebastián Cueto.-
Revista Nº 10, 2007, año 3.
articuloLos hechos ocurridos la noche del 29 de Marzo en el marco de la conmemoración del asesinato de los hermanos Vergara Toledo (Día del joven combatiente) fueron calificados dentro del gobierno, elite política y en general por la opinión pública como actos vandálicos, terrorismo en su estado puro, delincuencia juvenil, etc.
Sólo cabe preguntarse ¿Qué es lo que provoca dicha reacción en un segmento de la sociedad? Tal interrogante no se explica –como algunos sostienen- por el simple hecho de actuar por actuar o dicho más concretamente destruir por destruir. Por el contrario, estas manifestaciones (aunque algunos quieran negarlo, o no darle la importancia que ello tiene) tienen una raíz histórica y un común denominador: la exclusión. Aquellos subgrupos denominados de mala forma como “terroristas o delincuentes juveniles”[1] son personas absolutamente excluidas en este “juego democrático” que se nos ha implantado desde hace ya algunos años.
articuloLos hechos ocurridos la noche del 29 de Marzo en el marco de la conmemoración del asesinato de los hermanos Vergara Toledo (Día del joven combatiente) fueron calificados dentro del gobierno, elite política y en general por la opinión pública como actos vandálicos, terrorismo en su estado puro, delincuencia juvenil, etc.
Sólo cabe preguntarse ¿Qué es lo que provoca dicha reacción en un segmento de la sociedad? Tal interrogante no se explica –como algunos sostienen- por el simple hecho de actuar por actuar o dicho más concretamente destruir por destruir. Por el contrario, estas manifestaciones (aunque algunos quieran negarlo, o no darle la importancia que ello tiene) tienen una raíz histórica y un común denominador: la exclusión. Aquellos subgrupos denominados de mala forma como “terroristas o delincuentes juveniles”[1] son personas absolutamente excluidas en este “juego democrático” que se nos ha implantado desde hace ya algunos años.
Cuando hablamos de “tirar piedras”, destruir paraderos, o saquear Mcdonalds, estamos hablando de un descontento frente al sistema impuesto, que es expresado lamentablemente de manera violenta o poco ortodoxa. ¿Qué forma de expresión se puede esperar de ciudadanos que no han tenido una educación de calidad o no han sido considerados en nuestros términos macroeconómicos? Lamentablemente algunos – a lo cual me incluyo- hemos sido lapidarios en nuestros prejuicios respecto a esa forma de hacer política. Por que querámoslo o no, esto es hacer política
Sin ir más lejos, nuestra historia reciente comprueba que el “vandalismo” es un puente efectivo para que nuestro sistema político reaccione. Las protestas de los denominados “pingüinos” en mayo de 2006 reflejan fielmente que el gobierno y la sociedad en general reacciono frente a esos “despiadados” que se tomaron la Alameda, tiraron piedras y saquearon bancos. La opinión pública poco a poco reaccionó frente a este tema, hasta que el gobierno decidió conceder las demandas principales que los estudiantes secundarios reclamaban. Ahora bien, algunos podrán decir “es que estos muchachos destruyeron por destruir”. Obviamente en este caso en particular (Día del joven combatiente) ocurre que los desmanes aparentemente no tienen justificación, mas aún sabiendo que se conmemora un hecho que no pertenece directamente a esta nueva generación, “hija de la dictadura”. En ese sentido, el objetivo a reclamar se torna difuso, pero por otro lado el objetivo o “la bandera de lucha” es la misma por la que alguna vez los hermanos Vergara Toledo y muchos otros lucharon. Acá se reclama contra las parias del sistema, donde se encuentran los “residuos” del mismo, que no reclaman por vía “institucional-formal” o “dentro del orden establecido”. Este es el gran problema que nuestro sistema político y nosotros mismos como ciudadanos de este país debemos resolver. ¿Cómo incluir a los excluidos?
A modo de reflexión, creo que las inclusiones societales no se realizan con meras ampliaciones de derechos ciudadanos de sufragio, plebiscitos, consultas ciudadanas, etc. Una verdadera inclusión pasa por generar canales de participación política efectiva como partidos políticos comprometidos con la realidad ciudadana, elites que verdaderamente penetren en el campo social y no dentro de estos mismos, o simplemente con que, por alguna vez el gobierno y nosotros mismos no nos conformemos con el gasto de millones de dólares a salud, vivienda o educación.
Antiguamente eran los mineros del salitre, hasta hace poco eran los disidentes del régimen militar y hoy son los que no tienen cabida dentro de este nuevo orden. Ver a un niño de siete años lanzando piedras en nuestras calles no es simple “lumpen”; ¡Es un pedido desesperado de cambio!
Notas.
[1] Sin embargo también es cierto que existen (como en todos los casos) infiltrados que aprovechan estas manifestaciones para cometer ilícitos.
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