Golpe militar y protestas en los 11 de sepetiembre

Por Cuerpo de Reportajes EeN.-
Revista Nº 9, 2006, año 2.
¿Qué significará el «11» de septiembre de 1973?
Para comenzar es necesario hacer referencia a las distintas aproximaciones y significaciones que emergen en relación al 11 de septiembre de 1973. En primer lugar hay quienes entienden a éste como un “Pronunciamiento militar”, en tanto que el alzamiento de las Fuerzas Armadas fue de carácter temporal, coyuntural e inmediato, frente a una situación que no encontraba respuesta, y que éstas sí podían darlas. En lo segundo, hay quienes lo entienden como un “Golpe de Estado”; es decir, una intervención de facto de las fuerzas castrenses a un régimen específico y dar pie a otro de forma inmediata. En un tercer punto es posible concebirlo como un “Quiebre Institucional”, o sea como un proceso que actúa en detrimento de la institucionalidad vigente y que finaliza en un punto de inflexión en donde los mecanismos institucionales son incapaces de funcionar producto de su desgaste. Y desde un cuarto prisma, el 11 de septiembre de 1973 puede significar la simple fecha de un “camino sin retorno” (Valenzuela A, breakdown), en el que convergió todo el sistema político nacional sin otra solución que el quiebre de la Democracia.
Cada una de las perspectivas antes nombradas presentan un elemento a considerar: percibir al 11 de septiembre de 1973 como un hecho en sí mismo, con un significado propio y, por ende, con la virtud de reflejarse a sí mismo como un espejo de la memoria colectiva que se explica por los mismos actores y espectadores de la época, reproduciendo lo acontecido hace 33 años
II
¿Cuál es su significado 33 años después?
Entonces a lo dicho cabe preguntarse ¿A qué responden las movilizaciones del 10 y 11 de septiembre recién pasado? ¿Responden al mismo significado de las perspectivas anteriores? ¿Corresponde a un espejo de aquella memoria colectiva?; ¿nuestra respuesta? Si y No.
Si, en tanto que las huellas del «11» aún persisten en las generaciones hijas del Autoritarismo como imagen patente de sus realidades. No obstante ello, la significación de ésta resulta ser distinta, pues se desprende de la búsqueda de responsabilidades políticas y se concentra, más bien, en la exigencia del buen funcionar de las instituciones democráticas, que dicho sea de paso, requieren del reconocimiento y de la confianza de la sociedad.
No, porque la multiplicidad de organizaciones, movimientos y, por lo tanto, de identidades encuentran un espacio generador de vínculos y lazos con otras organizaciones, como además la capacidad de mostrarse y expresarse hacia la sociedad a través de los medio de comunicación. La respuesta también es negativa por el hecho que ellos entregan una resignificación a dichas huellas, resignificación que se refleja en la preocupación de las consecuencias que tuvo el «11», contra la preocupación de la clase dirigente, abocada en seguir explicando el hecho en sí mismo, y despreocupada de las repercusiones contextuales y particulares de éste.
Sin embargo, en uno u otro caso, existe un punto de encuentro. Aquellos que rechazan hoy en día el “todo” vigente, ese “todo” que muchos denominan “sistema” y/o “modelo”, asocian a éste como consecuencia de lo sucedido aquel «11» y perpetuado aún en democracia con la llegada de los gobiernos de la Concertación. En efecto se transforma en el momento de reclamar identidad, contrariando al “todo”, como el modelo que mantiene su condición de exclusión sea social, cultural, económica o política. En este sentido se rechaza comúnmente un déficit institucional, una institucionalidad que no reconoce la heterogeneidad de identidades, cosmovisiones y a “lo(s) diferente(s)”.
Una breve descripción identitaria
La marcha -que presenció el cuerpo de reportajes de EeN- fue espacio de manifestación pública de las más variadas doctrinas e ideologías políticas (ver fotografías página central). Se estuvo frente a la dirigencia del PC que reclamaban por una “Asamblea Nacional de DDHH”, con sectores de la Izquierda Cristiana que levantaban consignas como “Ven….Seremos”, sectores como las JIS (Juventudes de Izquierda Socialistas), de las JJCC, siendo éstos precedidos por la comisión FUNA, el PC(AP) (Partido Comunista Acción Proletaria), y siguiéndoles el Partido Humanista.
Luego de este paso se es testigo de un leve vacío, el cual es sucedido por el tradicional FPMR y su “encapuchamiento” rojinegro, posteriormente se encontraba el CUR reclamando “Unidad para luchar, unidad para vencer”, lo seguía la Brigada Ramona Parra, cultura en movimiento y un sinnúmero otras agrupaciones artísticas; y la agrupación Nacional de EX-PP fallecidos. Asimismo, tras éstos se vislumbraban banderas rojas que levantaban el martillo con la hoz, que alzó alguna vez el Kremlin -eso si, con una leve modificación, un número «4» que cruzaba el emblema- era la Fracción trotskista «Clase Contra Clase», correspondiente a la Cuarta internacional. En lo último (que pudo ser captado por éste cuerpo de reportajes, producto de focos o destello de violencia y su respectiva represión), se encontraban agrupaciones de carácter anárquico, de cuerpos antifascistas, como por ejemplo Los de Abajo antifascistas, en paralelo a tribus urbanas de distinta índole, tales como skinheads SHARP (Skin Head Against Racial Perjuice) y R.A.S.H. (Red & Anarchist Skin Head) y también aquellos que se dirigían individualmente a seguir la movilización o a exacerbar los ánimos dentro de ésta.
III
Perspectivas finales
Frente a lo visto es posible establecer diversas apreciaciones que deambulan entorno a la problemática y que amerita, a su vez, la preocupación y reflexión de cada uno de los lectores.

Uno. El 11 perdió sentido como un hecho en sí mismo que generaba un elemento vinculante entorno al recuerdo reproducido por sus actores y espectadores. Hoy por hoy ésta fecha encuentra significado como elemento aglutinador de reacción frente al “todo” instaurado desde aquel «11» y que aún perdura en Democracia. Dos. En relación al punto anterior, la “izquierda extraparlamentaria” dejó de ser aquella que le entregaba significado al «11», concibiendo a éstas últimas como “parte” de aquella memoria hija del Autoritarismo, dando pie a nuevas identidades, tanto Alter o como Contramodelo, que se configuran bajo una lógica totalmente diferente. Tres. Diametralmente distintas, debido que éstas resignificaciones de por sí generan una politización, pero una que no es fruto de la “partidocracia”, sino mas bien, de la generación de nuevas identidades y sentidos de una generación que no es hija del Autoritarismo, sino mas bien de la Democracia, de sus facultades y limitaciones.

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